SANTANDER, 2 Feb.
Los trabajos arqueológicos que se están construyendo en la calle Los Azogues, al lado de la Catedral, ha sacado a la luz restos de cetáceos que podían evaluar la caza de la ballena en Santander.
Según el concejal de Fomento, César Díaz, estos trabajos "supondrán un antes y un después en la crónica de Santander" tras el hallazgo de restos de cetáceo en los estratos mucho más profundos del yacimiento, cerca de la muralla, que podían evaluar la actividad de caza de la ballena en la localidad, lo que comprueba que "la relevancia de los descubrimientos va en incremento".
El edil ha adelantado que los arqueólogos Lino Mantecón y Javier Marcos Martínez ahora han afirmado el hallazgo de un disco intervertebral y un trozo de costilla de este enorme mamífero marino que, según las patentizas de las piezas, debió exceder los 16 metros de longitud y su datación ha aportado una fecha de mediados del siglo XII en la época del siglo XIII, en pleno período medieval.
Díaz ha apuntado que, según los causantes de los trabajos, los vestigios encontrados tienen la posibilidad de contestar a la caza de la ballena en Santander, si bien tampoco se desecha la oportunidad de un festín o una celebración afín utilizando los ejemplares encallados en la costa, ya que los restos se contextualizan en un espacio lleno de conchas marinas al lado de lignitos y cerámica medieval.
No obstante, los arqueólogos asimismo estiman que en esas datas está mucho más que constatada la actividad de la pesca de estos enormes mamíferos marinos, a los que se les adhería una carga histórica en el imaginario medieval, si bien las citas de aquella época referidas específicamente a la caza en la villa de Santander no son muy locuaces.
Normalmente, los sitios de abadengo en el cantábrico acostumbraban a tener derechos sobre estas pesquerías (la mayoria de las veces reservándose parte del animal). Ya para principios del siglo XVII en Santander se tiene perseverancia de una factoría o "casa de ballenas" en el Sardinero (probablemente en el final de la Segunda Playa, donde entonces se construyó el fortín de San Francisco o de las Ballenas).
El directivo del Museo Marítimo del Cantábrico y especialista en cetáceos, Gerardo García Castrillo, fué quien ha verificado la adscripción de los extractos. En preciso, hablamos de un disco intervertebral de mistélido o balenido, digerible a un ejemplar de rorcual, la segunda mayor de los cetáceos tras la ballena azul.
Ante el máximo interés de los descubrimientos, los arqueólogos eligieron agarrar unas muestras del nivel de los vestigios y mandarlas a un laboratorio americano para su datación absoluta, con objeto de comprobar la antigüedad de las piezas. La fecha del carbono 14 de un carbón hallado al lado del fragmento de hueso de ballena ha aportado una fecha de mediados del siglo XII en la época de la centuria siguiente.
Hay que tomar en consideración que las fuentes escritas medievales atestiguan el avance de la actividad pesquera y, específicamente, la caza de la ballena a lo largo de los siglos medievales, en las costas del cantábrico.
Por estos documentos, parece que la caza de la ballena fue entre las primordiales pesquerías del Cantábrico. En el cartulario de Santa María del Puerto de Santoña, por poner un ejemplo, ahora se se refiere a la pesca de la ballena en datas tan tempranas como en año 1190.
La pesca de la ballena en el cantábrico a lo largo de la Plena Edad Media era una actividad de navegación de cabotaje que demandaba una tarea de vigía para avistamiento de exactamente las mismas en el momento en que emigraban de las aguas frías del Mar del Norte y se aproximaban a la costa. Desde atalayas construidas para tal fin los atalayeros oteaban el horizonte en pos de estas migraciones. Una vez oteadas salían a su acercamiento en pinazas con diez o 15 remeros y un arponero. Tras clavar el arpón y combatir contra el animal, éste era remolcado hasta la costa donde era descuartizado y troceado. La mayoría de las ocasiones, se edificaban hornos para fundir la grasa y obtener el apreciado aceite.
El 'emprendimiento arqueológico en la calle Los Azogues (Cerro de Somorrostro - Catedral de Santander): Exploración de los orígenes y evolución de una villa ribereña del cantábrico y el arco atlántico', está comandado por los arqueólogos expertos Lino Mantecón Callejo y Javier Marcos Martínez y está en ejecución, "con lo que no es descartable el descubrimiento de otros vestigios vinculados con la recóndita relación entre las comunidades humanas de la villa de Santander y la ballena", ha concluido Díaz.