El Condado de Castilla tuvo sus inicios en la Edad Media, específicamente en el siglo IX, cuando el rey asturiano Alfonso III decidió dividir el Reino de Asturias en varios condados como medida para asegurar un mejor gobierno y defensa del territorio ante las constantes incursiones de los musulmanes.
El Condado de Castilla se estableció en el territorio que comprendía la parte oriental de la antigua provincia romana de Cantabria, siendo su capital la ciudad de Castrogeriz. Con el paso de los años, este territorio se consolidó como una región con una identidad propia y un gobierno independiente del resto de los condados asturianos.
El primer conde de Castilla fue Rodrigo de Castilla, un noble asturiano que fue nombrado por el rey Alfonso III como gobernante de este territorio. Rodrigo fue un líder valiente y astuto que supo mantener la integridad del condado frente a las constantes amenazas de los musulmanes y de los otros condados vecinos.
A lo largo del siglo X, el Condado de Castilla luchó por consolidar su independencia tanto de los musulmanes como de los reyes asturianos. Fue en esta época cuando surgieron figuras destacadas como Fernán González, quien se proclamó conde de Castilla de forma independiente y logró establecer alianzas con otros condados del norte de la península para hacer frente a las invasiones musulmanas.
Gracias a la astucia y al valor de Fernán González, el Condado de Castilla logró ganar territorios y expandir su influencia, convirtiéndose en una potencia regional en la cornisa cantábrica.
En el siglo XI, el Condado de Castilla alcanzó su máxima expansión territorial gracias a la labor de Fernán González y de su hijo García Fernández, quien continuó la política de expansión territorial y de alianzas con otros condados del norte de la península.
En esta época, el Condado de Castilla se convirtió en un importante centro político y económico en la península ibérica, siendo un punto estratégico en la lucha contra los musulmanes y en la defensa de la cristiandad en la península.
En el siglo XII, el Condado de Castilla pasó a ser un reino independiente bajo el reinado de Alfonso VII, quien se proclamó como rey de Castilla y León. Este hecho marcó el inicio de una nueva etapa en la historia de la región, en la que el Reino de Castilla se convirtió en una potencia hegemónica en la península ibérica y en una de las principales potencias europeas de la Edad Media.
El Condado de Castilla dejó un importante legado en la región de Cantabria, tanto en términos culturales como políticos. La unión de Cantabria con Castilla bajo el reinado de Alfonso VII permitió el desarrollo de la región y la integración de Cantabria en el Reino de Castilla, sentando las bases para la creación de una identidad castellano-cántabra que perdura hasta nuestros días.
El nacimiento del Condado de Castilla fue un hito fundamental en la historia de Cantabria y en la conformación de la identidad de la región, marcando el comienzo de una etapa de consolidación territorial y de desarrollo político que influiría en el devenir de la región durante siglos.